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miércoles, 16 de septiembre de 2009

Dulcinea


Era de tarde, entraban esos vientos de invierno que caen bien con café. Estaban a punto de dar las 2 de la mañana y la brisa del mar se escurria en mi barba de tres días.
Caminando en el malecón con la caja de cigarros Delicados en la chamarra de mezclilla que tanto me gusta, imaginándome que soy un trotamundos en el puerto de Veracruz. Llegué a la plaza done estan los portales, con la marimba amenizando a los útimos trasnochados con dinero, se dejaba sentir las primeras gotas de una nohce fría, algunas palomas mendigando las sobras de algun niño descuidado que tiró sus dulces.
Entonces te vi, sentada en la esquina de el café La Parroquia, tomando una cerveza corona, completamente sola, redeada de aquellos mexicanos hambrientos, hambrientos de lujuria y sexo.
Me quede contemplando aquella imagen tan linda, pintada por este destino, con los árboles meciéndoce, los relámpagos iluminado las nubes y las lluvia limpiando las baldosas.
Alguien desde la otra esquina gritó tu nombre para que yo supiera quién eras, Dulcinea, Dulcinea!!. Dejaste el sorbo de la cerveza y buscando de donde habría venido la voz, por un momento quise levantar la mano y decirte aqui estoy, tu eres dulcinea, y estoy hecho para tí, eres el bellísimo accidente de la vida que te puso frente a mí.
Entonces se acercaron a tí y de nuevo Dulcinea Dulcinea, como repintiéndome que no te dejará ir...
Era noche, fui por otra caja de Delicados y caminé hacia el callejón de las Campanas, y pensando en tí.

Hoy recuerdo aquella noche en que llegaste tan natural a mí como el rocío en el pasto o la primavera, tal vez no lo recuerdo con certeza... pero eso es lo de menos.

Te lo dedicó Yuzu,

en memoria de aquellas noches donde

se hacia el amor sobre hojas de Benedetti

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